sábado, 26 de abril de 2014

Pasadas las 11 del sábado, hermano William siempre abre puertas. Serú Girán  abre portales de percepción. Bicicleta suena  entero.

Se dice que en  las juntas, por  acuerdos tácitos tipo TEG, el tres es número incómodo. Nancy desde la barra de las ideas atiende el boliche y participa de la tertulia, así que somos 4: Nancy, Jorge, Pablo, Diego. Don Osmar estuvo en la previa, pero debió irse promediando la matiné.  Silvia Kutika, es decir Sandra, pasó un rato a saludar y coquetearnos jajajá.

"Canción de Alicia en el país", se cuela en medio de  comparaciones  sobre las novelas y los cuentos de García Márquez, barriendo las analogías. Ni reparamos en  los tecnicismos. No pensamos en sinécdoques, pleonasmos o metonimias... la melodía, la poética de la letra nos hace olvidar por un rato de nosotros. Después nos lleva a especular sobre podios del rock de acá, donde seguro entraría el disco "Bicicleta". Se mencionó "Artaud", de Spinetta, "After chabón" de Sumo, "Avellaneda blues" de Manal.


Por anacronismo, entra en hermano William un muchacho simpático y ochentoso. Así como los Redondos tenían al Oso Carlolina, un tipo del under, que disfrazado del mencionado mamífero,apelaba al humor absurdo en los recitales. El joven contó una rara anécdota en la que entraba al subte empujando gordos. Completen con la imaginación los comentarios que hizo Pablo sobre esta imagen.

Volvemos a Gabo. Pablo nombra el libro "Memoria de mis putas tristes", remake de "La casa de las bellas durmientes". Un homenaje a Yasunari Kawabata. Aporta Jorge que de  "Doce cuentos peregrinos" es el "Avión de la bella durmiente", cuento que le tira un centro a las obras anteriores.

Nueva interrupción al novel cafetero, esta vez porque entra la mujer de Albert Einstein. Sí, por aquello tan trillado de que tenía un físico bárbaro aquella Venus. Ahora somos tres hombres babosos balbuceando incoherencias, hasta que al unísono modulamos al fin: "esto también es la  poesía".

 
Gabriel García Márquez
(Aracataca, Colombia 1928 - México DF, 2014)


El avión de la Bella Durmiente


         Era bella, elástica, con una piel tierna del color del pan y los ojos de almendras verdes, y tenía el cabello liso y negro y largo hasta la espalda, y una aura de antigüedad que lo mismo podía ser de Indonesiá que de los Andes. Estaba vestida con un gusto sutil: chaqueta de lince, blusa de seda natural con flores muy tenues, pantalones de lino crudo, y unos zapatos lineales del color de las bugambilias. “Esta es la mujer más bella que he visto en mi vida”, pensé, cuando la vi pasar con sus sigilosos trancos de leona, mientras yo hacía la cola para abordar el avión de Nueva York en el aeropuerto Charles de Gaulle de París. Fue una aparición sobrenatural que existió sólo un instante y, desapareció en la muchedumbre del vestíbulo.
         Eran las nueve de la mañana. Estaba nevando desde la noche anterior, y el tránsito era más denso que de costumbre en las calles de la ciudad, y más lento aún en la autopista, y había camiones de carga alineados a la orilla, y automóviles humeantes en la nieve. En el vestíbulo del aeropuerto, en cambio, la vida seguía en primavera.
         Yo estaba en la fila de registro detrás de una anciana holandesa que demoró casi una hora discutiendo el peso de sus once maletas. Empezaba a aburrirme cuando vi la aparición instantánea que me dejó sin aliento, así que no supe cómo terminó el altercado, hasta que la empleada me bajó de las nubes con un reproche por mi distracción. A modo de disculpa le pregunté si creía en los amores a primera vista. “Claro que sí”, me dijo. “Los imposibles son los otros”. Siguió con la vista fija en la pantalla de la computadora, y me preguntó qué asiento prefería: fumar o no fumar.
         —Me da lo mismo —le dije con toda intención—, siempre que no sea al lado de las once maletas.
         Ella lo agradeció con una sonrisa comercial sin apartar la vista de la pantalla fosforescente.
         —Escoja un número —me dijo—: tres, cuatro o siete.
         —Cuatro.
         Su sonrisa tuvo un destello triunfal.
         —En quince años que llevo aquí —dijo—, es el primero que no escoge el siete.
         Marcó en la tarjeta de embarque el número del asiento y me la entregó con el resto de mis papeles, mirándome por primera vez con unos ojos color de uva que me sirvieron de consuelo mientras volvía a ver la bella. Sólo entonces me advirtió que el aeropuerto acababa de cerrarse y todos los vuelos estaban diferidos.
         —¿Hasta cuándo?
         —Hasta que Dios quiera —dijo con su sonrisa. La radio anunció esta mañana que será la nevada más grande del año.
         Se equivocó: fue la más grande del siglo. Pero en la sala de espera de la primera clase la primavera era tan real que había rosas vivas en los floreros y hasta la música enlatada parecía tan sublime y sedante como lo pretendían sus creadores. De pronto se me ocurrió que aquel era un refugio adecuado para la bella, y la busqué en los otros salones, estremecido por mi propia audacia. Pero la mayoría eran hombres de la vida real que leían periódicos en inglés mientras sus mujeres pensaban en otros, contemplando los aviones muertos en la nieve a través de las vidrieras panorámicas, contemplando las fábricas glaciales, los vastos sementeras de Roissy devastados por los leones. Después del mediodía no había un espacio disponible, y el calor se había vuelto tan insoportable que escapé para respirar.
         Afuera encontré un espectáculo sobrecogedor. Gentes de toda ley habían desbordado las salas de espera, y estaban acampadas en los corredores sofocantes, y aun en las escaleras, tendidas por los suelos con sus animales y sus niños, y sus enseres de viaje. Pues también la comunicación con la ciudad estaba interrumpida, y el palacio de plástico transparente parecía una inmensa cápsula espacial varada en la tormenta. No pude evitar la idea de que también la bella debía estar en algún lugar en medio de aquellas hordas mansas, y esa fantasía me infundió nuevos ánimos para esperar.
         A la hora del almuerzo habíamos asumido nuestra conciencia de náufragos. Las colas se hicieron interminables frente a los siete restaurantes, las cafeterías, los bares atestados, y en menos de tres horas tuvieron que cerrarlos porque no había nada que comer ni beber. Los niños, que por un momento parecían ser todos los del mundo, se pusieron a llorar al mismo tiempo, y empezó a levantarse de la muchedumbre un olor de rebaño. Era el tiempo de los instintos. Lo único que alcancé a comer en medio de la rebatiña fueron los dos últimos vasos de helado de crema en una tienda infantil. Me los tomé poco a poco en el mostrador, mientras los camareros ponían las sillas sobre las mesas a medida que se desocupaban, y viéndome a mí mismo en el espejo del fondo, con el último vasito de cartón y la última cucharita de cartón, y pensando en la bella.
         El vuelo de Nueva York, previsto para las once de la mañana, salió a las ocho de la noche. Cuando por fin logré embarcar, los pasajeros de la primera clase estaban ya en su sitio, y una azafata me condujo al mío. Me quedé sin aliento. En la poltrona vecina, junto a la ventanilla, la bella estaba tomando posesión de su espacio con el dominio de los viajeros expertos. “Si alguna vez escribiera esto, nadie me lo creería”, pensé. Y apenas si intenté en mi media lengua un saludo indeciso que ella no percibió.
         Se instaló como para vivir muchos años, poniendo cada cosa en su sitio y en su orden, hasta que el lugar quedó tan bien dispuesto como la casa ideal donde todo estaba al alcance de la mano. Mientras lo hacía, el sobrecargo nos llevó la champaña de bienvenida. Cogí una copa para ofrecérsela a ella, pero me arrepentí a tiempo. Pues sólo quiso un vaso de agua, y le pidió al sobrecargo, primero en un francés inaccesible y luego en un inglés apenas más fácil, que no la despertara por ningún motivo durante el vuelo. Su voz grave y tibia arrastraba una tristeza oriental.
         Cuando le llevaron el agua, abrió sobre las rodillas un cofre de tocador con esquinas de cobre, como los baúles de las abuelas, y sacó dos pastillas doradas de un estuche donde llevaba otras de colores diversos. Hacía todo de un modo metódico y parsimonioso, como si no hubiera nada que no estuviera previsto para ella desde su nacimiento. Por último bajó la cortina de la ventana, extendió la poltrona al máximo, se cubrió con la manta hasta la cintura sin quitarse los zapatos, se puso el antifaz de dormir, se acostó de medio lado en la poltrona, de espaldas a mí, y durmió sin una sola pausa, sin un suspiro, sin un cambio mínimo de posición, durante las ocho horas eternas y los doce minutos de sobra que duró el vuelo a Nueva York.
         Fue un viaje intenso. Siempre he creído que no hay nada más hermoso en la naturaleza que una mujer hermosa, de modo que me fue imposible escapar ni un instante al hechizo de aquella criatura de fábula que dormía a mi lado. El sobrecargo había desaparecido tan pronto como despegamos, y fue reemplazado por una azafata cartesiano que trató de despertar a la bella para darle el estuche de tocador y los auriculares para la música. Le repetí la advertencia que ella le había hecho al sobrecargo, pero la azafata insistió para oír de ella misma que tampoco quería cenar. Tuvo que confirmárselo el sobrecargo, y aun así me reprendió porque la bella no se hubiera colgado en el cuello el cartoncito con la orden de no despertarla.
         Hice una cena solitaria, diciéndome en silencio lo que le hubiera dicho a ella si hubiera estado despierta. Su sueño era tan estable, que en cierto momento tuve la inquietud de que las pastillas que se había tomado no fueran para dormir sino para morir. Antes de cada trago, levantaba la copa y brindaba.
         —A tu salud, bella.
         Terminada la cena apagaron las luces, dieron la película para nadie, y los dos quedamos solos en la penumbra del mundo. La tormenta más grande del siglo había pasado, y la noche del Atlántico era inmensa y límpida, y el avión parecía inmóvil entre las estrellas. Entonces la contemplé palmo a palmo durante varias horas, y la única señal de vida que pude percibir fueron las sombras de los sueños que pasaban por su frente como las nubes en el agua. Tenía en el cuello una cadena tan fina que era casi invisible sobre su piel de oro, las orejas perfectas sin puntadas para los aretes, las uñas rosadas de la buena salud, y un anillo liso en la mano izquierda. Como no parecía tener más de veinte años me consolé con la idea de que no fuera un anillo de bodas sino el de un noviazgo efímero. “Saber que duermes tú, cierta, segura, cauce fiel de abandono, línea pura, tan cerca de mis brazos maniatados”, pensé, repitiendo en la cresta de espumas de champaña el soneto magistral de Gerardo Diego. Luego extendí la poltrona a la altura de la suya, y quedamos acostados más cerca que en una cama matrimonial. El clima de su respiración era el mismo de la voz, y su piel exhalaba un hálito tenue que sólo podía ser el olor propio de su belleza. Me parecía increíble: en la primavera anterior había leído una hermosa novela de Yasunarl Kawabata sobre los ancianos burgueses de Kyoto que pagaban sumas enormes para pasar la noche contemplando a las muchachas más bellas de la ciudad, desnudas y narcotizadas, mientras ellos agonizaban de amor en la misma cama. No podían despertarlas, ni tocarlas, y ni siquiera lo intentaban, porque la esencia del placer era verlas dormir. Aquella noche, velando el sueño de la bella, no sólo entendí aquel refinamiento senil, sino que lo viví a plenitud.
         —Quién iba a creerlo —me dije, con el amor propio exacerbado por la champaña—: Yo, anciano japonés a estas alturas.
         Creo que dormí varias horas, vencido por la champaña y los fogonazos mudos de la película, y desperté con la cabeza agrietada. Fui al baño. Dos lugares detrás del mío yacía la anciana de las once maletas despatarrada de mala manera en la poltrona. Parecía un muerto olvidado en el campo de batalla. En el suelo, a mitad del pasillo, estaban sus lentes de leer con el collar de cuentas de colores, y por un instante disfruté de la dicha mezquina de no recogerlos.
         Después de desahogarme de los excesos de champaña me sorprendí a mí mismo en el espejo, indigno y feo, y me asombré de que fueran tan terribles los estragos del amor. De pronto el avión se fue a pique, se enderezó como pudo, y prosiguió volando al galope. La orden de volver al asiento se encendió. Salí en estampida, con la ilusión de que sólo las turbulencias de Dios despertaran a la bella, y que tuviera que refugiarse en mis brazos huyendo del terror. En la prisa estuve a punto de pisar los lentes de la holandesa, y me hubiera alegrado. Pero volví sobre mis pasos, los recogí, y se los puse en el regazo, agradecido de pronto de que no hubiera escogido antes que yo el asiento número cuatro.
         El sueño de la bella era invencible. Cuando el avión se estabilizó, tuve que resistir la tentación de sacudirla con cualquier pretexto, porque lo único que deseaba en aquella última hora de vuelo era verla despierta, aunque fuera enfurecida, para que yo pudiera recobrar mi libertad, y tal vez mi juventud. Pero no fui capaz. “Carajo”, me dije, con un gran desprecio. “¡Por qué no nací Tauro!”.
         Despertó sin ayuda en el instante en que se encendieron los anuncios del aterrizaje, y estaba tan bella y lozana como si hubiera dormido en un rosal. Sólo entonces caí en la cuenta de que los vecinos de asiento en los aviones, igual que los matrimonios viejos, no se dan los buenos días al despertar. Tampoco ella. Se quitó el antifaz, abrió los ojos radiantes, enderezó la poltrona, tiró a un lado la manta, se sacudió las crines que se peinaban solas con su propio peso, volvió a ponerse el cofre en las rodillas, y se hizo un maquillaje rápido y superfluo, que le alcanzó justo para no mirarme hasta que la puerta se abrió. Entonces se puso la chaqueta de lince, pasó casi por encima de mí con una disculpa convencional en castellano puro de las Américas, y se fue sin despedirse siquiera, sin agradecerme al menos lo mucho que hice por nuestra noche feliz, y desapareció hasta el sol de hoy en la amazonia de Nueva York.

Junio 1982.


Letra de canción de A Los Jóvenes De Ayer de Serú Girán:


A simple vista puedes ver
como borrachos en la esquina de algún tango
a los jóvenes de ayer.

Empilchan bien, usan tupé
se besan todo el tiempo y lloran el pasado
como vieja en matinee.
Miralos, miralos, están tramando algo.
Pícaros, pícaros, quizás pretenden el poder.
Cuídalos, cuídalos, son como inofensivos.
... son nuestros nuevos Dorian Grey.
En un remise en SADAIC con sus bronceados de domingos familiares
y sus caras de kermesse.

Grandes valores del ayer,
serán los jóvenes de siempre
los eternos
los que salen por Televisión

Letra de canción de Cuánto Tiempo Más Llevará de Serú Girán 


A simple vista puedes ver
como borrachos en la esquina de algún tango
a los jóvenes de ayer.
Empilchan bien, usan tupé
se besan todo el tiempo y lloran el pasado
como vieja en matinée.
Míralos, míralos, están tramando algo.
Pícaros, pícaros, quizás pretenden entender.
Cuídalos, cuídalos, son como inofensivos.
... son nuestros nuevos Dorian Grey.
En un remise en SADAIC con sus bronceados de domingos familiares
y sus caras de kermesse.
Grandes valores de ayer,
serán los jóvenes de siempre
los eternos
los que sales por T.V


Letra de canción de Cancion De Alicia En El País de Seru Giran


Quién sabe Alicia, este país
no estuvo hecho porque sí.
Te vas a ir, vas a salir
pero te quedas, dónde más vas a ir?

Y es que aquí, sabes
el trabalenguas, trabalenguas
el asesino te asesina, y es mucho para ti.
Se acabó ese juego que te hacía feliz.

No cuentes lo que viste en los jardines, el sueño acabó.
Ya no hay morsas, ni tortugas
un río de cabezas aplastado por el mismo pie
juegan cricket, bajo la luna.

Estamos en la tierra de nadie, pero es mía.
Los inocentes son los culpables, dice su señoría,
el rey de espadas.

No cuentes que hay detrás de aquel espejo, no tendrás poder
ni abogados, ni testigos
Enciende los candiles que los rumbos piensan en volver,
a nublarnos el camino.

Estamos en la tierra de todos, en la vida.
Sobre el pasado y sobre el futuro, ruinas sobre ruinas
querida Alicia.

Quién sabe Alicia, este país
no estuvo hecho porque sí.
Te vas a ir, vas a salir
pero te quedas, dónde más vas a ir?

Y es que aquí, sabes
el trabalenguas, trabalenguas
el asesino te asesina
y es mucho para ti.

Se acabo
se acabo ese
se acabo ese juego
se acabó ese juego que te hacía feliz

Letra de canción de Mientras Miro Las Nuevas Olas


Saben los que te conocen,
que no estás igual que ayer.

Te acuerdas de Elvis, cuando movió la pelvis?
el mundo hizo "plop" y nadie entonces podía entender
que era esa furia.
Pues bien, el muchacho se hizo rico y entonces las dulces
canciones conquistaron las señoritas
al papá y mamita.
Te acuerdas del Club del Clan y las sonrisas de Jolly Land?.
La música sigue pero a mi me parece igual...

Te acuerdas del baile de los palos de escoba?
Te acuerdas que entonces era la Nueva Ola? y bien
que es ésto de nuevo? .
Te acuerdas del chico que rompía las guitarras
cuando nadie tenía un miserable amplificador?
hay miles ahora;
corbata con saco gris
flequillo solo hasta la nariz
la historia prosigue, pero amigos yo ya la ví.

Quiero estar en la playa cuando se han ido
los que tapan toda la arena con celofán.
recordar las estrellas que hemos perdido
y pensar a ciencia y verdad nuestro porvenir.
Será cómo yo lo imagino o será un mundo feliz?
Amo esta bien, bien solo lejos del ruido
descubriendo porque olvidamos y volvemos a amar.
y pensar que sería de nuestras vidas
cuando el fabricante de mentiras deje de hablar.
Mientras miro las nuevas olas
yo ya soy parte del mar.


(por Diego Propato)

sábado, 19 de abril de 2014

tercer sábado de abril - noche chilena / si no leemos nos comen los mosquitos


La escriba llega tarde. Una hermosa mesa en el patio, está fresco así que los hombros de las mujeres se cubren con chales. Una antorcha con citronela nos protege de los últimos mosquitos del verano. Osmar avisó que no venía, Jorge tampoco.
La noche (y la merienda y la cena) estará dedicada a la poesía chilena:



Comienza la lectura Nancy con un texto que le acercara Jorge durante el día: “Dulcísima poesía”, así lo titula, y rescato una frase que surge del escrito: “Por medio de la poesía la palabra trasciende”


                                                         DULCÍSIMA POESÍA


Esto lo dijo enfáticamente una poeta, Susana Garfunkel (1), hacedora de una poesía bella, sentida y profunda. ¿De dónde viene la dulzura?, se pregunta Virginia, uno de los personajes de Clarice Lispector.
La poesía es una oración laica, dijo Roberto Juarroz, una liturgia pagana, Teresa Najos (2). La misa ricotera. La música conmueve, la poesía conmueve, el misterio conmueve. Misterio. Atrayente palabra. Días atrás se habló de un día feriado, festivo; fiesta significa celebración. Para los judíos Pesaj recuerda la liberación de la esclavitud. El Jueves y el Viernes Santo recuerdan la barbarie del hombre sobre el hombre: el escarnio, la tortura y la muerte. No matarás, pero mataron igual. Y el Sábado (hoy) para el cristiano es día de silencio, de espera; la de la Resurrección.
Todo esto es misterio, como lo es la poesía. Días atrás se hablaba de cuando la ciencia trasciende. Por medio de la poesía la palabra trasciende, por medio de sus actos el ser humano trasciende; como Alfredo Alcón, como Juan Gelman.
Estoy escribiendo como aprendí de los grandes: al fluir de la conciencia (Wolf, Joyce, etcétera); distraídamente (Lispector); al devenir de la mano digo yo. Wolf, maestra: ¿Qué hubiera escrito Emily Brontë si acaso dispusiera de un cuarto propio? Y seguimos buscando el cuarto propio. Poderoso caballero es don dinero; Los sueños, sueños son; Volverán las oscuras golondrinas.
A las golondrinas las espera Osmar año a año. El dinero fue el límite cultural en una época y es el material ahora: Mondadori, Amazon y demás cercenan la poesía, la hacen negocio y algunos se dejan embaucar. ¿Y los sueños?
Cuando la poesía se acerca a la novela será más novela y será mas poesía, nos dice Virginia Wolf. En verso o en prosa. Varias manos lo lograron. Como Sara Gallardo.
“Eisejuaz”... Lisandro Vega, el mataco, el místico, el loco. Es la liturgia pagana… Sara Gallardo logra un sincretismo entre la Gloria y lo más primitivo del hombre. Ese texto es único. Y es poesía en prosa. Sara es provocadora, es iconoclasta y a eso vamos: romper esquemas. Si se abandonó la declamación y la retórica que se abandone la lógica y hasta el mismo sentimiento para llegar a lo hondo del ser y hacer palabra el misterio; que lo inefable deje de serlo para que aparezca el nuevo umbral, para cruzarlo, de a poco, animadamente. Es el desafío. Escribir al devenir de la mano, a lo que mis entrañas dicten y no mi razón.
Lograrlo es esa dulcísima poesía y es el triunfo de la resurrección. ¿De quién? ¿De un dios?
No. La del hombre, su trascendencia.


1 Asistente a talleres literarios, no ha publicado.
2 Periodista, poeta, docente y fundadora de talleres literarios en CABA. Ha publicado.
 

Nancy continúa con su lectura compartiendo un poema de Pablo Neruda, previo buscar una luz, luego un farol, hasta que finalmente aceptara que alguien le ceda los lentes, y es que Nancy se niega a lo inevitable: la presbicia (¡qué bella se ve con los lentes!)

El culpable

Pablo Neruda

Me declaro culpable de no haber
hecho, con estas manos que me dieron,
una escoba.
Por qué no hice una escoba?
Por qué me dieron manos?
Para qué me sirvieron
si sólo vi el rumor del cereal,
si sólo tuve oídos para el viento
y no recogí el hilo
de la escoba,
verde aún en la tierra,
y no puse a secar los tallos tiernos
y no los pude unir
en un haz áureo
y no junté una caña de madera
a la falda amarilla
hasta dar una escoba a los caminos?
Así fue:
no sé cómo
se me pasó la vida
sin aprender, sin ver,
sin recoger y unir
los elementos.
En esta hora no niego
que tuve tiempo,
tiempo,
pero no tuve manos,
y así, cómo podía
aspirar con razón a la grandeza
si nunca fui capaz
de hacer
una escoba,
una sola,
una?


Luego, Micaela comparte el poema XVIII, de "Veinte poemas de amor y una canción desesperada":

Poema XVIII 

Aquí te amo.
En los oscuros pinos se desenreda el viento.
Fosforece la luna sobre las aguas errantes.
Andan días iguales persiguiéndose.

Se desciñe la niebla en danzantes figuras.
Una gaviota de plata se descuelga del ocaso.
A veces una vela. Altas, altas estrellas.

O la cruz negra de un barco.
Solo.
A veces amanezco, y hasta mi alma está húmeda.
Suena, resuena el mar lejano.
Este es un puerto.
Aquí te amo.

Aquí te amo y en vano te oculta el horizonte.
Te estoy amando aún entre estas frías cosas.
A veces van mis besos en esos barcos graves,
que corren por el mar hacia donde no llegan.

Ya me veo olvidado como estas viejas anclas.
Son más tristes los muelles cuando atraca la tarde.
Se fatiga mi vida inútilmente hambrienta.
Amo lo que no tengo. Estás tú tan distante.

Mi hastío forcejea con los lentos crepúsculos.
Pero la noche llega y comienza a cantarme.
La luna hace girar su rodaje de sueño.

Me miran con tus ojos las estrellas más grandes.
Y como yo te amo, los pinos en el viento, quieren cantar tu nombre con sus hojas de alambre.

 

Pablo acota: "-Un Neruda muy joven, escrito en 1923 y el nació en 1904" …es un intelectual sin dudarlo, tal vez el único de hermano William. Salud Pablo! Aunque Wikipedia lo fecha en 1924, en 1923 Crepusculario… ¿qué es un año?, probablemente meses.

Sabri sigue con Neruda, aparentemente el único autor conocido por el grupo…en realidad el más amado.

Del libro "Plenos poderes", poema dedicado a Valparaíso:   

Al mismo puerto

Valparaíso tiene hilos,
copas de largo alcance,
redes entrelazadas.
Y bajo la espesura
de todo el mar cuando se desarrolla
y crecen una a una las escamas
de solitarios peces,
o donde los arpones
ensangrentados duermen palpitando
sueños de sal y sangre.
O más allá, en el pecho
del poeta,
Valparaíso cava
y busca y halla
y abre y deja
una red emboscada
en la firmeza:
entonces vuelan imprevistas lanzas,
máquinas
amarillas,
los hambrientos petreles,
la habitación sin rumbo
entre los cerros,
sostenida
por un pétalo puro de pintura.
Y también en el cielo
el ave atardecida,
o el ciclónico avión endurecido
como bala de luna,
todo
arriba
recibe
la emanación portuaria,
y sigilosa
la estrella se dirige
a la pobre bahía,
a las casas colgadas,
al duelo, al desamparo,
a la alegría
del fin del mar, de la sirena pobre,
de la ciudad marina
que el océano atroz no desmorona
ni sepultó el castigo de la tierra.
Tiene Valparaíso
correspondencias negras con el viento,
deudas con el rocío,
agujeros que no tienen respuestas,
explícitos alcaldes que pasean
perritos tristes al atardecer,
domingos silenciosos de sarcófago;
pero no importa, todo
se comprende
cuando por tierra o mar o cielo o hilo
se siente un golpe como 
cucharada;
algo llama, algo cae,
polvo frágil de sueño,
latido o luz del agua,
imperceptible
signo,
harina o sal nocturna.
Y allí mismo doblamos
la mirada
hacia Valparaíso.

Diego, a pesar del pisco Huidobro que nos ha prometido, sigue con Neruda:

[Allí está el mar? Muy bien, que pase]

Ahí está el mar? Muy bien, que pase.
Dadme
la gran campana, la de raza verde.
No ésa no es, la otra, la que tiene
en la boca de bronce una ruptura,
y ahora, nada más, quiero estar solo
con el mar principal y la campana.
Quiero no hablar por una larga vez,
Silencio, quiero aprender aún,
Quiero saber si existo.

Isla Negra. Invierno del 73   

Y luego... 

Botánica
 
El sanguinario litre y el benéfico boldo
diseminan su estilo
en irritantes besos de animal esmeralda
o antologías de agua oscura entre las piedras.

El chupón en la cima del árbol establece
su dentadura nívea
y el salvaje avellano construye su castillo
de páginas y gotas.
La altamisa y la chépica rodean
los ojos del orégano
y el radiante laurel de la frontera
perfuma las lejanas intendencias.
 

Quila y quelenquelén de las mañanas.
Idioma frío de las fucsias,
que se va por las piedras tricolores
gritando viva Chile con la espuma!

El dedal de oro esperalos dedos de la nieve
y rueda el tiempo sin su matrimonio
que uniría a los ángeles del fuego y del azúcar. 


El mágico canelo
lava en la lluvia su racial ramaje,
y precipita sus lingotes verdes
bajo la vegetal agua del Sur.

La dulce aspa del ulmo
con fanegas de llores
sube las gotas del copihue rojo
a conocer el sol de las guitarras.

La agreste delgadilla
y el celestial poleo

bailan en las praderas con el joven rocío
recientemente armado por el río Toltén.

La indescifrable doca
decapita su púrpura en la arena
y conduce sus triángulos marinos
hacia las secas lunas litorales.

La bruñida amapola,
relámpago y herida, dardo y boca,
sobre el quemante trigo
pone sus puntuaciones escarlata.

La patagua evidente condecora sus muertos
y teje sus familias
con manantiales aguas y medallas de río.

El paico arregla lámparas
en el clima del Sur, desamparado,
cuando viene la noche
del mar nunca dormido.

El roble duerme solo,
muy vertical, muy pobre, muy mordido,
muy decisivo en la pradera pura
con su traje de roto maltratado
y su cabeza llena de solemnes estrellas.

Claudia se olvidó los lentes pero no se salva, hay dioptrías para compartir … y lee a Leo Lobos, de su poemario “Ángeles eléctricos”:


Poema Inicial

Muy de tarde en tarde,
muy de cuando en vez.....

las campanas indicaban el fin de la época
del hastío

las niñas y los niños cantaban
canciones de moda

algunos que estaban
allí desde los tiempos antiguos
soñaban
con el vuelo de las águilas

nuevos y viejos
habitaban bajo
el
mismo techo



Rapid eye movement – REM 
de “REM”

Vivieron leyendo
escribiendo
rezando
más allá del monólogo interior
más allá de la muerte.


Silencioso dentro de la noche

“Ser como o rio que deflui
silencioso dentro da noite”

Manuel Bandeira

Fluir, leve andar
descalzo inflar lento los pulmones
pesar cada paso
sentir
cada instante entrar
silencioso dentro
de la noche
como si ella
fueras

                                          Marnay-sur-Seine, Francia, 2002.



Silvana lee de Pablo Neruda:

Nace 
de “Plenos Poderes”

Yo aquí vine a los límites
en donde no hay que decir nada,
todo se aprende con tiempo y océano,
y volvía la luna
sus líneas plateadas
y cada vez se rompía la sombra
con un golpe de ola
y cada día en el balcón del mar
abre las alas, nace el fuego
y todo sigue azul como mañana.


Pablo propondrá un final Nerudiano…pero no lo logrará:


Repertorio 
de “Estravagario” 

Yo te buscaré a quién amar
antes de que no seas niño:
después te toca abrir tu caja
y comerte tus sufrimientos.
Yo tengo reinas encerradas,
como abejas, en mi dominio,
y tú verás una por una
cómo ellas se peinan la miel
para vestirse de manzanas,
para trepar a los cerezos,
para palpitar en el humo.
Te guardo estas novias salvajes
que tejerán la primavera
y que no conocen el llanto.
En el reloj del campanario
escóndete mientras desfilan
las encendidas de amaranto,
las últimas niñas de nieve,
las perdidas, las victoriosas,
las coronadas de amarillo,
las infinitamente oscuras,
y unas, pausadamente tiernas,
harán su baile transparente
mientras otras ardiendo,
fugaces como meteoros.
Dime cuál quieres aún ahora,
más tarde ya sería tarde.
Hoy crees todo lo que te cuento.
Mañana negarás la luz.
Yo soy el que fabrica sueños
y en mi casa de pluma y piedra
con un cuchillo y un reloj
corto las nubes y las olas,
con todos estos elementos
ordeno mi caligrafía
y hago crecer seres sin rumbo
que aún no podían nacer.
Lo que yo quiero es que te quieran,
y que no conozcas la muerte


Sandra leerá  a Gonzalo Rojas, momento de gran revuelo. Nancy descubre que Santos Lugares es una tierra de doble…pensándolo mejor, podría ser de aparecidos. Parece que Rojas y Pessoa se pasean por A. La Plata y suelen detenerse a mirar los libros en hermano William.
Nos queda el interrogante…¿ quiénes serán estos hombres? ¿son hombres o fantasmas? Y  es que Sábato, Denevi, hombres de estos pagos tal vez atrajeran a otros escritores. Osmar ya nos aclarará.


Requiem de la mariposa 
Gonzalo Rojas

Sucio fue el día de la mariposa muerta.
                                                    Acerquémonos
a besar la hermosura reventada y sagrada de sus pétalos
que iban volando libres, y esto es decirlo todo, cuando
sopló la Arruga, y nada
sino ese precipicio que de golpe,
y únicamente nada.
Guárdela el pavimento salobre si la puede
guardar, entre el aceite y el aullido
de la rueda mortal.
                         O esto es un juego
que se parece a otro cuando nos echan tierra.
Porque también la Arruga…
O no la guarde nadie. O no nos guarde
larva, y salgamos dónde por último del miedo:
a ver qué pasa, hermosa.
                                   Tú que aún duermes ahí
en el lujo de tanta belleza, dinos cómo
o por lo menos, cuándo.

 

Fuera de toda lógica nos rendimos al Tao que comienza diciendo: “El sentido que puede expresarse/ no es el SENTIDO eterno…” y como parece que Gustavo no erradicará a este chino que nunca sabremos si existió y no hemos descubierto aún a un doble que lo represente ni se pare en la vidriera de hermano William a mirar libros, y como en ese sentido la responsabilidad es de Nancy que no trae más que lengua castiza y algo de inglés pero de chino-mandarín nada; aunque podemos comenzar a sospechar que debajo del bigote Gustavo esconde a un chino indocumentado, pasamos a cerrar el ciclo de lectura de este sábado con el Tao que no es chileno, pero lo más probable es que quien sabe.


EL SENTIDO – XXXII

El eterno SENTIDO
es la simplicidad sin nombre.
Aunque es pequeño,
el mundo no osa avasallarlo.
Si príncipes y reyes supieran atenerse a él,
todo sería tan adaptable como un invitado.
Se unirían Cielo y Tierra
y dejarían caer un grato rocío.
El pueblo, sin que se le ordenase nada,
recobraría la armonía.
El afán de estructurar
engendra los nombres.
Todo nombre desemboca en el Ser,
porque allí todo debe detenerse.
Sabiendo dónde parar,
ningún peligro se corre.
La relación entre SENTIDO y mundo es comparable,
a los arroyos de la tierra,
que se derraman en las corrientes,
y a los ríos del valle,
que se arrojan al mar.


La reunión se cierra cuando levantamos la mesa porque los chales ya no alcanzan, y los mosquitos dejaron de fastidiar pero no sabemos si por la citronela o porque se congelaron.
Se extiende la mesa y comienza una batucada en honor a Huidobro, del que nada se leyera, todos brindamos con un pisco… riquísimo! Deisy trae unas empanadas buenísimas, jamás las olvidaremos y es que queremos bis. Deisy, la única chilena de pura estirpe , Claudia y el descubrimiento de quien es la verdadera autora de la tarta de puerros que siempre trae Pablo, se suceden una serie de discusiones y malos entendidos acerca del rol varonil en los menesteres de la cocina y Pablo, con su sabiduría aclara: ¡Los platos son cosa de hombres! Y allí termina la discusión, las mujeres salimos al patio y nos fumamos unos habanos mientras hablamos de muchachos, saboreando una exquisita mousse de limón Sabrinesca...también bis.



Cerraríamos ¡y FINALMENTE! con ... Vicente Huidobro, con algunos poemas de su libro "Poemas árticos":

Sombra

La sombra es un pedazo que se aleja
Camino de otras playas

En mi memoria un ruiseñor se queja
Ruiseñor de las batallas
Que canta sobre todas las balas


Hasta cuándo sangrarán la vida

La misma luna herida
No tiene sino una ala

El corazón hizo su nido
En medio del vacío

Sin embargo
Al borde del mundo florecen las encinas
Y LA PRIMAVERA VIENE SOBRE LAS GOLONDRINAS


Los inútiles, aquellos que nos convocaron, quedarían para otro sábado, o, quien sabe, para todos los sábados.


(Por Sandra Real)

sábado, 12 de abril de 2014

segundo sábado de abril - el viento, por fin, llegó

Caos mañanero. Hoy es puro otoño. El viento sopló toda la mañana y sigue.

Sosteniendo el ritual de cada sábado van llegando a hermano William Osmar, Diego y Sabrina; Sandra llama por teléfono. Llegó el libro El Amante de Margueritte Duras, y Nancy se lo entrega a Osmar, él no sabe de qué se trata.

Mica es la primera en llegar a la reunión, se congregarán en la cocina para que el jardín participe del encuentro. Sabrina menciona el sonido que entra por la ventana, el de las hojas  sacudidas por el viento.
Jorge no pudo venir, Gabriela y  Silvana tampoco. Tal vez Ana María se rinda algún sábado.

El jueves Nancy envía el siguiente mail:

“No voy a escribir ni el título ni el autor del texto.  Quien lo conozca, calle, por favor.  Así me acerqué yo a este poema.  Fui sometida a un experimento.  La idea es probar hasta dónde un título cristaliza, fija un sentido.  La pluralidad de sentidos o la carga de significación que ponemos no tiene que ver solamente con nuestras historias personales sino también con nuestras historias sociales. Callo.

Como el que
empieza
a ver,
bañado en sangre.

Como el que
ve sólo
sombras

Como el que
ve sólo sombras
que gritan
bañadas en sangre.

Abrazo inmenso!
Nancy"

Nosotros callamos también. Nadie sabe.

La mesa de la cocina se llenó de tortas, galletas, café, té y mate. Hubo que hacer espacio para los libros. 


Mica y Diego

Desfilan Porchia,  Molina, Capel, Hugo Mujica, impresos…Osmar había prometido en un mail ¡Grandes novedades! Paciencia, las hubo…!

Toma la palabra Osmar tras un café con galletitas saladas para que la sangre se acalore. Habla acerca del texto de Aguirre y pasa a comentar que trajo dos textos para compartir, uno suyo y el otro sorpresa. Pablo, con esa ecuanimidad que lo caracteriza, le sugiere leer primero el de él y dejar lo bueno para el final….No le duró al oír el poema, se tuvo que rendir.
Comienza la lectura Diego con un poema de Fernando Pessoa

XLIX

Me meto adentro, y cierro la ventana.
Traen el candelabro y dan las buenas noches.
Y mi voz contenta da las buenas noches.
Ojalá mi vida sea siempre esto:
el día lleno de sol, o suave de lluvia,
o tempestuoso como si se acabara el Mundo.
La tarde suave y las cuadrillas que pasan.
Miradas con interés desde la ventana,
la última ojeada amiga al sosiego de los árboles.
Y después, cerrada la ventana, el candelabro encendido,
sin leer nada, ni pensar en nada, ni dormir,
sentir la vida correr en mí como un río por su lecho.
Y allá fuera un gran silencio como un dios que duerme.

Entonces Osmar nos ambienta en la Hungría de 1956. En Budapest, esa ciudad atravesada por un río, el Danubio, que fuera dos antes de ser una. Cuando tras varios intentos de gobiernos populares, Stalin envía 5000 tanques y fusila a Nagy. Esa tragedia de todo un pueblo inspira el poema de Osmar.

Viva Hungría

Tuvieron tiempo de enfrentar el acero con dos golpes de llaga,
de llenar de dientes la libertad del mundo,
de cerrar las fronteras con un cabello de mujer.

Aquella ciudad está atravesada por un río
donde, según creo, se reflejan las nubes
y a cuya vera se desarrollaban los más dulces romances.
Pero no lo menciones delante de ese pueblo,
no recuerdes el aire delante de ese pueblo,
no hables de las cenas familiares,
no digas que mientras la abuela teje los niños preparan su corazón
y los jóvenes se miran en silencio con secreto regocijo;
no relates el sol delante de ese pueblo,
respeta su espalda inmolada, sus pies, su dulce vientre ensangrentado.

Dile que todo el mundo es una hoguera
donde la condición es la ruina y la sangre,
que el mundo es una selva donde sólo es necesario el alimento.
No hables de estas tierras de paz,
pon bajo cuatro llaves la belleza y el amor.
Deja primero que un olvido de plomo caiga sobre ese pueblo
y deja que después poco a poco los hombres descubran la esperanza.
Pero después, después.

oiga buen señor podría usted decirme con exactitud 
cuántos sueños pueden aplastar cinco mil tanques

Hablan, hablan, hablan;

un niño exiliado bosteza y se duerme.


Sandra lee de Claudia Capel:

Trigrama nueve

La adivinación
es el arte
de la pura emoción
de lo antiguo
de las señales del cielo
del grillo
de la repentina intuición
que caza respuestas
en el aire del corazón.

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Donde el mar sabe quien soy
encontraré una vida con tu nombre

habrá un amor que no hemos leído
pero quizás existe

no es fácil llegar

hay que perfumar la memoria
con aires de la espuma
hasta oler a piel y nada más.

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Hacer una casa
Cada mañana
Y sostenerla
Como si estuvieras
En el aire.

-------------------------------------------

CHA NO YU

En las estrellas
la ceremonia del té
   es un poeta.
Dice constelaciones
alrededor del agua.

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Tanto silencio
mientras el tiempo pasa
    Sin mariposas.
               
-----------------------------------

HEXAGRAMA ASCENDENTE

 más alto
todavía
como un cielo
se abren
las piernas desde abajo.
                
------------------------------------

Pablo comparte una poesía de Enrique Molina de su libro El Adiós. Último libro del escritor:

Adiós

Un día más, sólo un minuto más, para estar vivo
y despedirme de cuanto amé.
Para decir adiós a las cosas que ví y toqué mientras moría
desde el instante mismo en que nací.
Y vino el niño con el premio que sacó en el colegio por su
sabiduría,
y el ala de la gaviota golpeando en lo infinito con su vuelo,
vino la cabellera derramada y el rostro de la misteriosa
mujer que estuvo a mi lado, en el lecho, sin que yo lo supiera,
y el río con su lenta corriente musculosa
a través de cada mueble, cada objeto y cada gesto
de quien me ve parir, ¡oh Dios mío!
Un instante más aún en el suelo que pisé,
en el aire de mi respiración
sofocada por el amor, en los vestigios de la pasión,
con cuanto -mosca o sol- me deslumbró en este extraño
planeta, donde perdure año tras año, presintiendo
este límite de espumas, este revuelto torbellino
de la despedida, yo, que tanto fui deslumbrado
por centelleante atracción de la tierra,
por cuanto fue caricia o solamente un espejismo del mundo
es mi destino.
Así, pues, despidiéndome de los caballos, de la canoa,
los pájaros, el gato y sus costumbres. Déjame
una vez más mirar las flores y la lluvia. Es éste
el trágico instante en que uno descubre
el delirio misterioso de las cosas, sus raíces secretas,
el instante supremo de decir adiós.
a cuanto se adoró en esta vida.


Luego de una pausa necesaria, Sabrina comparte una serie de escritos de Antonio Porchia de su libro “Voces”:

- Cuando yo muera, no me veré morir por primera vez

- Todo es como los ríos, obra de las pendientes.

- El universo no constituye un orden total. Falta la adhesión del hombre.

- Me hicieron de cien años algunos minutos que se quedaron conmigo, no cien años.

- Mis ojos, por haber sido puentes, son abismos.

- Sí, es entrando en todo como voy saliendo de todo.

- No, no entro. Porque si entro, no hay nadie.

- Habla con su propia palabra sólo la herida

- Quien dice la verdad, casi no dice nada.


Pablo le pregunta a Osmar acerca de la amistad de Porchia y Juarroz, Osmar recuerda una reunión con ambos...

Osmar nos lee dos poemas que Micaela Zabini le envió: 

Quiero que mi hogar, 
esté a una larga distancia de mi. 
No quiero llegar, no quiero entrar. 

Quiero caminar bajo los árboles 
y ver las hojas moverse suavemente, 
con el aire de otoño. 

Ver mis pies tratando de no pisar 
las líneas de las baldosas. 
Ver los autos pasar y la gente
caminar perdida en sus pensamientos. 

Ver a la mariposa anaranjada
volar sobre mi cabeza y perderse
entre las casas. 

Sentir el viento tomar mis manos
y arrastrarme hacía atrás. 
Sentir como el mechón de mi 
flequillo roza mi labio como 
reclamando un beso. 

Perderme, perderme, quiero perderme. 
Y nunca encontrarme. 

No me busques. 
No quiero ir a casa. 

---------------------------------------------

La chica que aprecia el silencio,
la chica que tiene como amiga 
a la soledad. 

La chica que es como el viento,
sus pies vuelan y su cabello baila. 

La chica que aprecia el silencio, 
tiene la mirada perdida y la 
poesía escrita en sus ojos. 

Vuela demasiado. 
Camina poco. 

Habla poco. 
Sonríe demasiado. 
Llora demasiado. 

La chica que aprecia el silencio. 
Sueña demasiado. 
Duerme poco. 

Las palabras las escribe, no las dice. 
Sus palabras se las roba el viento. 

La chica que aprecia el silencio, 
se queda en silencio mientras habla. 


Todos aplaudimos previo silencio y es que estamos asistiendo a un nacimiento….Bellísimos poemas de Micaela.

Sabrina retoma  a Porchia y lee:

- Y si es tan veloz el cambiar de las cosas, cuando vemos las cosas no vemos las cosas. Vemos el cambiar de las cosas.

- Cuando me hiciste otro, te dejé conmigo.

- Las certidumbres sólo se alcanzan con los pies.

- El hombre, cuando sabe que es una cosa cómica, no ríe.

- Lo mío, cuando no puede ser igualmente de otros, no sé por qué es mío.

S. reflexiona acerca de la cantidad de Voces que le gustan de Porchia. Pablo la reta: "No hay que leer todo el libro". Sabrina se da cuenta que se excedió con su pasión (es un narrador omnisciente este)

Diego lee:

De El libro para albergar una ausencia, Cada hoja que cae (Antología), de Hugo Mujica

No, no es acumulando, sí es desnudando. 
Pero tengo miedo de la desnudez, 
porque es la palabra final. 
Clarice Lispector

Alba

Quieto,
como no moviéndose
para que la sangre no rebase 
la boca
Quieto,
como sintiendo un pájaro 
herido
en la palma de la mano
sin cerrar la mano
sin abrir los ojos.
hay una fe que es absoluta:
                         una fe sin esperanza

----------------------------------------------------------

Hay perros que mueren de la muerte de su amo

Hay perros
que mueren de la muerte de su amo
cuerpos que no hacen el amor,
hacen el miedo 
que no se agitan,
                     tiemblan. 
Y hay hombres 
en los que muere dios
como una gota de lacre 
sobre el pecho
          de un torso de mármol,
son los que lloran cuando creen
estar hablando,
o gritan soñando, pero al alba
olvidan el grito
con que encendieron la noche. 
Hay hombres en los que gime dios
por no encontrar un hombre
                   donde morir de carne, 
pero no llora como quien lo hace 
solo,
llora como quien llora abrazado a un niño.


Luego nos pondríamos muuuy cultos e ingresaríamos en breves discurrimientos acerca de las místicas de la Edad Media, Hildegarda Von Bingen, lo que llevaría a Osmar hasta Alma Mahler.
Osmar nos cuenta que Gustav Mahler al casarse le dejó en claro que él era el artista y ella la madre… Alma era música y por suerte enviudó. Y enviudaría unas cuantas veces más... De ella pasa a contarnos acerca de Clara Wieck, su amor por Schuman, y luego Brahms. 

Osmar lee un poema de su autoría:

De aquí hasta tus años

Pasen, señores, pasen;
hoy es el día de mi cumpleaños.

Sin darte cuenta estás haciendo el arqueo de rigor.
Gustas rememorarte,
ese acto algo oscuro de levantar las tapas.

Hay una piel ya desaparecida,
un miedo superado,
hay días que no quisieras volver a recorrer,
pero que nuevamente elegirías si sucediera cualquier cosa,
y que te han hecho, al fin y al cabo.
Una danza de sucesos,
un film que te entristece.

Ahora tienes el pulso,
el futuro te respalda.
Hoy el sol es el primero en tirarte de la oreja.
Hay un amigo distribuido por todos los rincones.

Quisieras abrir los brazos y explicar a todos de dónde viene la mañana,
quisieras hacerte entender,
hablar de una vez por todas del silencio y de la comunión,
para callar después y no volver a decir una palabra.

Pero son tus pasos que cada vez te acercan,
es la noche que urge desde todos sus ángulos,
es la ciudad que llama y el campo que bosteza,
es el sol que levanta sus hombros,
que cae sobre la tierra como ella se acuesta,
es ella que se anuncia como otra verdad,
son los rostros salvados cotidianamente
y es el vaso de leche y el sexto cigarrillo

y sé que vas a hablar de todo nuevamente,
que en cualquier momento puede suceder,
que sólo es necesario que las cosas se ordenen a tu modo preferido,

y es que quisieras encontrar una nueva manera de manifestar tu amor.



Cierra Diego con:

La tristeza
Enrique Symns 

El sufrimiento es el dolor del tiempo 
La angustia es la memoria del desamparo 
Y la depresión apenas una cobardía del cuerpo 
El único dolor que confiere nobleza, 
Es la tristeza. 

La tristeza del mono cuando comprendió que lo había 
Atrapado el profesor del universo, 
La tristeza del árbol cuando entre sus ramas congeladas 
Comenzó a escuchar los cuchicheos desesperados de los pájaros, 
O la tristeza del hombre primitivo 
Obligado a quedar atrapado en la jaula de la nostalgia. 

O la tristeza de mi abuelo 
Cuando vio desaparecer la ferretería, 
Luego la tintorería... 
Y comprendió que pronto iba a esfumarse en la nada 
El bar en donde él había construido veinte años atrás, 
Su hogar nómade. 

Esa es la tristeza, 
La tristeza de un niño ya un poco más grande 
Encontrando en los cables 
El cadáver de algún barrilete 
Que remontó hace mucho tiempo. 
La tristeza de rememorar, 
O la tristeza de un niño pequeño en la playa, 
Inventando historia dentro del castillo de arena que va construyendo, 
Historias que el mar inmediatamente destruirá, 
Tratando de enseñarle al niño las consignas de la existencia: 
Que nada es real, 
que todos están solos, 
que la ausencia es eterna. 

A veces, locamente, me parece comprender 
El contenido de todos los argumentos, 
El origen de todas las historias, 
Y hasta… y hasta el destino de todas las intrigas. 

No es que... 
No es que tenga la pretensión de haberlo vivido todo, 
Ni siquiera lo he soñado todo, 
No guardo en los bolsillos de mi memoria 
La versión taquigráfica de todo cuanto existe. 

Pero igual todas las voces me resultan conocidas 
Como si ya las hubiera escuchado, 
Y todos los paisajes me parecen vistos 
Como si ya los hubiera visto. 
Escucho la misma canción en la letra de todas las canciones, 
Sin embargo, no es que guardo en la memoria de mis ojos 
El largo laberinto de todos los reflejos. 

Entonces... 
¿Como es posible que sienta que a todos he amado? 
¿Que todo lo he llorado? ¿Y que ha todos he perdido? 
Es como si en una instancia imposible 
Un misterioso filamento luminoso 
Uniese todo cuanto existe... 
Y aún... lo que no existe.



Y entonces... en algún momento al principio de la reunión, y hablando de Fellini, Osmar preguntó qué quería decir Amarcord...  Ah! Me acuerdo! Y podríamos preguntarnos qué hay que deba recordarse en algún después de hoy…..Hemos mencionado a tres mujeres maravillosas, artistas todas presentes en la lectura de una poeta joven que hoy nos enmudeció a todos, Micaela Zabini.


(Por Sandra Real)