sábado, 12 de abril de 2014

segundo sábado de abril - el viento, por fin, llegó

Caos mañanero. Hoy es puro otoño. El viento sopló toda la mañana y sigue.

Sosteniendo el ritual de cada sábado van llegando a hermano William Osmar, Diego y Sabrina; Sandra llama por teléfono. Llegó el libro El Amante de Margueritte Duras, y Nancy se lo entrega a Osmar, él no sabe de qué se trata.

Mica es la primera en llegar a la reunión, se congregarán en la cocina para que el jardín participe del encuentro. Sabrina menciona el sonido que entra por la ventana, el de las hojas  sacudidas por el viento.
Jorge no pudo venir, Gabriela y  Silvana tampoco. Tal vez Ana María se rinda algún sábado.

El jueves Nancy envía el siguiente mail:

“No voy a escribir ni el título ni el autor del texto.  Quien lo conozca, calle, por favor.  Así me acerqué yo a este poema.  Fui sometida a un experimento.  La idea es probar hasta dónde un título cristaliza, fija un sentido.  La pluralidad de sentidos o la carga de significación que ponemos no tiene que ver solamente con nuestras historias personales sino también con nuestras historias sociales. Callo.

Como el que
empieza
a ver,
bañado en sangre.

Como el que
ve sólo
sombras

Como el que
ve sólo sombras
que gritan
bañadas en sangre.

Abrazo inmenso!
Nancy"

Nosotros callamos también. Nadie sabe.

La mesa de la cocina se llenó de tortas, galletas, café, té y mate. Hubo que hacer espacio para los libros. 


Mica y Diego

Desfilan Porchia,  Molina, Capel, Hugo Mujica, impresos…Osmar había prometido en un mail ¡Grandes novedades! Paciencia, las hubo…!

Toma la palabra Osmar tras un café con galletitas saladas para que la sangre se acalore. Habla acerca del texto de Aguirre y pasa a comentar que trajo dos textos para compartir, uno suyo y el otro sorpresa. Pablo, con esa ecuanimidad que lo caracteriza, le sugiere leer primero el de él y dejar lo bueno para el final….No le duró al oír el poema, se tuvo que rendir.
Comienza la lectura Diego con un poema de Fernando Pessoa

XLIX

Me meto adentro, y cierro la ventana.
Traen el candelabro y dan las buenas noches.
Y mi voz contenta da las buenas noches.
Ojalá mi vida sea siempre esto:
el día lleno de sol, o suave de lluvia,
o tempestuoso como si se acabara el Mundo.
La tarde suave y las cuadrillas que pasan.
Miradas con interés desde la ventana,
la última ojeada amiga al sosiego de los árboles.
Y después, cerrada la ventana, el candelabro encendido,
sin leer nada, ni pensar en nada, ni dormir,
sentir la vida correr en mí como un río por su lecho.
Y allá fuera un gran silencio como un dios que duerme.

Entonces Osmar nos ambienta en la Hungría de 1956. En Budapest, esa ciudad atravesada por un río, el Danubio, que fuera dos antes de ser una. Cuando tras varios intentos de gobiernos populares, Stalin envía 5000 tanques y fusila a Nagy. Esa tragedia de todo un pueblo inspira el poema de Osmar.

Viva Hungría

Tuvieron tiempo de enfrentar el acero con dos golpes de llaga,
de llenar de dientes la libertad del mundo,
de cerrar las fronteras con un cabello de mujer.

Aquella ciudad está atravesada por un río
donde, según creo, se reflejan las nubes
y a cuya vera se desarrollaban los más dulces romances.
Pero no lo menciones delante de ese pueblo,
no recuerdes el aire delante de ese pueblo,
no hables de las cenas familiares,
no digas que mientras la abuela teje los niños preparan su corazón
y los jóvenes se miran en silencio con secreto regocijo;
no relates el sol delante de ese pueblo,
respeta su espalda inmolada, sus pies, su dulce vientre ensangrentado.

Dile que todo el mundo es una hoguera
donde la condición es la ruina y la sangre,
que el mundo es una selva donde sólo es necesario el alimento.
No hables de estas tierras de paz,
pon bajo cuatro llaves la belleza y el amor.
Deja primero que un olvido de plomo caiga sobre ese pueblo
y deja que después poco a poco los hombres descubran la esperanza.
Pero después, después.

oiga buen señor podría usted decirme con exactitud 
cuántos sueños pueden aplastar cinco mil tanques

Hablan, hablan, hablan;

un niño exiliado bosteza y se duerme.


Sandra lee de Claudia Capel:

Trigrama nueve

La adivinación
es el arte
de la pura emoción
de lo antiguo
de las señales del cielo
del grillo
de la repentina intuición
que caza respuestas
en el aire del corazón.

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Donde el mar sabe quien soy
encontraré una vida con tu nombre

habrá un amor que no hemos leído
pero quizás existe

no es fácil llegar

hay que perfumar la memoria
con aires de la espuma
hasta oler a piel y nada más.

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Hacer una casa
Cada mañana
Y sostenerla
Como si estuvieras
En el aire.

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CHA NO YU

En las estrellas
la ceremonia del té
   es un poeta.
Dice constelaciones
alrededor del agua.

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Tanto silencio
mientras el tiempo pasa
    Sin mariposas.
               
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HEXAGRAMA ASCENDENTE

 más alto
todavía
como un cielo
se abren
las piernas desde abajo.
                
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Pablo comparte una poesía de Enrique Molina de su libro El Adiós. Último libro del escritor:

Adiós

Un día más, sólo un minuto más, para estar vivo
y despedirme de cuanto amé.
Para decir adiós a las cosas que ví y toqué mientras moría
desde el instante mismo en que nací.
Y vino el niño con el premio que sacó en el colegio por su
sabiduría,
y el ala de la gaviota golpeando en lo infinito con su vuelo,
vino la cabellera derramada y el rostro de la misteriosa
mujer que estuvo a mi lado, en el lecho, sin que yo lo supiera,
y el río con su lenta corriente musculosa
a través de cada mueble, cada objeto y cada gesto
de quien me ve parir, ¡oh Dios mío!
Un instante más aún en el suelo que pisé,
en el aire de mi respiración
sofocada por el amor, en los vestigios de la pasión,
con cuanto -mosca o sol- me deslumbró en este extraño
planeta, donde perdure año tras año, presintiendo
este límite de espumas, este revuelto torbellino
de la despedida, yo, que tanto fui deslumbrado
por centelleante atracción de la tierra,
por cuanto fue caricia o solamente un espejismo del mundo
es mi destino.
Así, pues, despidiéndome de los caballos, de la canoa,
los pájaros, el gato y sus costumbres. Déjame
una vez más mirar las flores y la lluvia. Es éste
el trágico instante en que uno descubre
el delirio misterioso de las cosas, sus raíces secretas,
el instante supremo de decir adiós.
a cuanto se adoró en esta vida.


Luego de una pausa necesaria, Sabrina comparte una serie de escritos de Antonio Porchia de su libro “Voces”:

- Cuando yo muera, no me veré morir por primera vez

- Todo es como los ríos, obra de las pendientes.

- El universo no constituye un orden total. Falta la adhesión del hombre.

- Me hicieron de cien años algunos minutos que se quedaron conmigo, no cien años.

- Mis ojos, por haber sido puentes, son abismos.

- Sí, es entrando en todo como voy saliendo de todo.

- No, no entro. Porque si entro, no hay nadie.

- Habla con su propia palabra sólo la herida

- Quien dice la verdad, casi no dice nada.


Pablo le pregunta a Osmar acerca de la amistad de Porchia y Juarroz, Osmar recuerda una reunión con ambos...

Osmar nos lee dos poemas que Micaela Zabini le envió: 

Quiero que mi hogar, 
esté a una larga distancia de mi. 
No quiero llegar, no quiero entrar. 

Quiero caminar bajo los árboles 
y ver las hojas moverse suavemente, 
con el aire de otoño. 

Ver mis pies tratando de no pisar 
las líneas de las baldosas. 
Ver los autos pasar y la gente
caminar perdida en sus pensamientos. 

Ver a la mariposa anaranjada
volar sobre mi cabeza y perderse
entre las casas. 

Sentir el viento tomar mis manos
y arrastrarme hacía atrás. 
Sentir como el mechón de mi 
flequillo roza mi labio como 
reclamando un beso. 

Perderme, perderme, quiero perderme. 
Y nunca encontrarme. 

No me busques. 
No quiero ir a casa. 

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La chica que aprecia el silencio,
la chica que tiene como amiga 
a la soledad. 

La chica que es como el viento,
sus pies vuelan y su cabello baila. 

La chica que aprecia el silencio, 
tiene la mirada perdida y la 
poesía escrita en sus ojos. 

Vuela demasiado. 
Camina poco. 

Habla poco. 
Sonríe demasiado. 
Llora demasiado. 

La chica que aprecia el silencio. 
Sueña demasiado. 
Duerme poco. 

Las palabras las escribe, no las dice. 
Sus palabras se las roba el viento. 

La chica que aprecia el silencio, 
se queda en silencio mientras habla. 


Todos aplaudimos previo silencio y es que estamos asistiendo a un nacimiento….Bellísimos poemas de Micaela.

Sabrina retoma  a Porchia y lee:

- Y si es tan veloz el cambiar de las cosas, cuando vemos las cosas no vemos las cosas. Vemos el cambiar de las cosas.

- Cuando me hiciste otro, te dejé conmigo.

- Las certidumbres sólo se alcanzan con los pies.

- El hombre, cuando sabe que es una cosa cómica, no ríe.

- Lo mío, cuando no puede ser igualmente de otros, no sé por qué es mío.

S. reflexiona acerca de la cantidad de Voces que le gustan de Porchia. Pablo la reta: "No hay que leer todo el libro". Sabrina se da cuenta que se excedió con su pasión (es un narrador omnisciente este)

Diego lee:

De El libro para albergar una ausencia, Cada hoja que cae (Antología), de Hugo Mujica

No, no es acumulando, sí es desnudando. 
Pero tengo miedo de la desnudez, 
porque es la palabra final. 
Clarice Lispector

Alba

Quieto,
como no moviéndose
para que la sangre no rebase 
la boca
Quieto,
como sintiendo un pájaro 
herido
en la palma de la mano
sin cerrar la mano
sin abrir los ojos.
hay una fe que es absoluta:
                         una fe sin esperanza

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Hay perros que mueren de la muerte de su amo

Hay perros
que mueren de la muerte de su amo
cuerpos que no hacen el amor,
hacen el miedo 
que no se agitan,
                     tiemblan. 
Y hay hombres 
en los que muere dios
como una gota de lacre 
sobre el pecho
          de un torso de mármol,
son los que lloran cuando creen
estar hablando,
o gritan soñando, pero al alba
olvidan el grito
con que encendieron la noche. 
Hay hombres en los que gime dios
por no encontrar un hombre
                   donde morir de carne, 
pero no llora como quien lo hace 
solo,
llora como quien llora abrazado a un niño.


Luego nos pondríamos muuuy cultos e ingresaríamos en breves discurrimientos acerca de las místicas de la Edad Media, Hildegarda Von Bingen, lo que llevaría a Osmar hasta Alma Mahler.
Osmar nos cuenta que Gustav Mahler al casarse le dejó en claro que él era el artista y ella la madre… Alma era música y por suerte enviudó. Y enviudaría unas cuantas veces más... De ella pasa a contarnos acerca de Clara Wieck, su amor por Schuman, y luego Brahms. 

Osmar lee un poema de su autoría:

De aquí hasta tus años

Pasen, señores, pasen;
hoy es el día de mi cumpleaños.

Sin darte cuenta estás haciendo el arqueo de rigor.
Gustas rememorarte,
ese acto algo oscuro de levantar las tapas.

Hay una piel ya desaparecida,
un miedo superado,
hay días que no quisieras volver a recorrer,
pero que nuevamente elegirías si sucediera cualquier cosa,
y que te han hecho, al fin y al cabo.
Una danza de sucesos,
un film que te entristece.

Ahora tienes el pulso,
el futuro te respalda.
Hoy el sol es el primero en tirarte de la oreja.
Hay un amigo distribuido por todos los rincones.

Quisieras abrir los brazos y explicar a todos de dónde viene la mañana,
quisieras hacerte entender,
hablar de una vez por todas del silencio y de la comunión,
para callar después y no volver a decir una palabra.

Pero son tus pasos que cada vez te acercan,
es la noche que urge desde todos sus ángulos,
es la ciudad que llama y el campo que bosteza,
es el sol que levanta sus hombros,
que cae sobre la tierra como ella se acuesta,
es ella que se anuncia como otra verdad,
son los rostros salvados cotidianamente
y es el vaso de leche y el sexto cigarrillo

y sé que vas a hablar de todo nuevamente,
que en cualquier momento puede suceder,
que sólo es necesario que las cosas se ordenen a tu modo preferido,

y es que quisieras encontrar una nueva manera de manifestar tu amor.



Cierra Diego con:

La tristeza
Enrique Symns 

El sufrimiento es el dolor del tiempo 
La angustia es la memoria del desamparo 
Y la depresión apenas una cobardía del cuerpo 
El único dolor que confiere nobleza, 
Es la tristeza. 

La tristeza del mono cuando comprendió que lo había 
Atrapado el profesor del universo, 
La tristeza del árbol cuando entre sus ramas congeladas 
Comenzó a escuchar los cuchicheos desesperados de los pájaros, 
O la tristeza del hombre primitivo 
Obligado a quedar atrapado en la jaula de la nostalgia. 

O la tristeza de mi abuelo 
Cuando vio desaparecer la ferretería, 
Luego la tintorería... 
Y comprendió que pronto iba a esfumarse en la nada 
El bar en donde él había construido veinte años atrás, 
Su hogar nómade. 

Esa es la tristeza, 
La tristeza de un niño ya un poco más grande 
Encontrando en los cables 
El cadáver de algún barrilete 
Que remontó hace mucho tiempo. 
La tristeza de rememorar, 
O la tristeza de un niño pequeño en la playa, 
Inventando historia dentro del castillo de arena que va construyendo, 
Historias que el mar inmediatamente destruirá, 
Tratando de enseñarle al niño las consignas de la existencia: 
Que nada es real, 
que todos están solos, 
que la ausencia es eterna. 

A veces, locamente, me parece comprender 
El contenido de todos los argumentos, 
El origen de todas las historias, 
Y hasta… y hasta el destino de todas las intrigas. 

No es que... 
No es que tenga la pretensión de haberlo vivido todo, 
Ni siquiera lo he soñado todo, 
No guardo en los bolsillos de mi memoria 
La versión taquigráfica de todo cuanto existe. 

Pero igual todas las voces me resultan conocidas 
Como si ya las hubiera escuchado, 
Y todos los paisajes me parecen vistos 
Como si ya los hubiera visto. 
Escucho la misma canción en la letra de todas las canciones, 
Sin embargo, no es que guardo en la memoria de mis ojos 
El largo laberinto de todos los reflejos. 

Entonces... 
¿Como es posible que sienta que a todos he amado? 
¿Que todo lo he llorado? ¿Y que ha todos he perdido? 
Es como si en una instancia imposible 
Un misterioso filamento luminoso 
Uniese todo cuanto existe... 
Y aún... lo que no existe.



Y entonces... en algún momento al principio de la reunión, y hablando de Fellini, Osmar preguntó qué quería decir Amarcord...  Ah! Me acuerdo! Y podríamos preguntarnos qué hay que deba recordarse en algún después de hoy…..Hemos mencionado a tres mujeres maravillosas, artistas todas presentes en la lectura de una poeta joven que hoy nos enmudeció a todos, Micaela Zabini.


(Por Sandra Real)

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