sábado, 17 de mayo de 2014

3er sábado de mayo - se amplían los escribas de la bitácora

Están Osmar, Diego y Daisy, Sabrina, Silvana, Pablo (que llegó temprano), Sandra, Gustavo y Jorge (que llegó tarde). Mica tiene nana, pobre.
Sandra pide orden porque hablan de películas, la poesía que espere. Sandra URGE: la mamá la necesita, pero aparece hasta el fútbol.

Silencio (¡al fin!). Comienza Diego con Estela Varín, llamada “poeta boxeadora” (porque pega de lo lindo); la describe, muy graciosa. Diego lee lo que la poeta le leyó a “Pablo Neruda y a todos los poetas que le anteceden y le suceden”:


Un hombre frente al mar

Un hombre caminando sobre el mar

Sobre su corazón
Camina cielo adentro
Sobrecogiendo al sol con su mirada.
Un hombre
Para quien todas las cosas
Son parientes lejanos.
Nacido de la luz y de la sombra
Con solamente aparentar tristeza
Mueve a risa
A quien tenga el placer de mirarlo.
Perseguido por las aves y por las fieras
Y pensar
Que sólo en su mano izquierda
Han crecido cien robles
Que para vivir un día de su vida
No hay clepsidra inventada
Ni medida de tiempo.
Él, con su corazón
Bajo los pies, sobre el agua,
Junta los cuatro puntos cardinales .

Stella Díaz Varín (la Colorina, la poeta boxeadora...)

Se conversa sobre la poeta y Diego cuenta el encuentro de ella con quien fue su novio, Jorodosky.

Sigue Sabrina con  “Mi mundo privado”, de Claudia Masin

MI MUNDO PRIVADO

Yo ansié tener un cuerpo que practicara,
 como un arte, la ignorancia de sí.
Que cayera rendido con la levedad
con que caen las hojas de los árboles.
Cuando fuera inevitable,
nunca antes. Pero de tu cuerpo no deseaba
sino lo que había en él de frágil, de imperfecto:
la cicatriz que te cruzaba el pómulo, las pequeñas
arrugas en la frente. La herida
que te asemejaba a mí. El camino es interminable,
te decía, da vueltas y vueltas alrededor del mundo
y en alguna de esas vueltas los que estaban
destinados a perderse, se encuentran.

Se dice que a la vera
de cierta ruta que atraviesa el desierto,
es posible hundir una caña en una tierra reseca

y el algún momento brotará el petróleo como un géiser.
Anoche tuve un sueño en el que viajábamos por días
y días para encontrar el yacimiento, a la manera
de los cazadores de fortuna del oeste. Al llegar era de noche,
no había una sola estrella, el pozo
estaba seco. Yo me dormía y te quedabas
al lado mío, cuidando mi sueño. No estabas allí
a la mañana siguiente.

En el sueño, alguien decía:
donde tengas tu tesoro tendrás
tu corazón. Y yo me preguntaba
qué pasaría si tu tesoro se perdiera,
qué pasaría en un juego
de cajas chinas si al llegar a la última,
la que debería contener el objeto precioso,
esa, como todas las otras,
estuviera vacía.


Sandra habla de la poesía de Berger. No la lee porque es muy fuerte, su poesía es crítica al período pinochetista, pero lee una nota sobre poesía. Lee también “Oh, mi amada”, muy bueno, y otro poema dedicado a Ana Ajmátova. Se comenta a la poeta rusa.

La poesía no puede reparar ninguna pérdida, pero desafía el espacio que separa. Su incesante trabajo lo que hace es volver a unir lo que fue dispersado.

Oh mi amado
qué dulce es
descender
a bañarme en el lago
delante de tus ojos
dejando que veas cómo
mi mojado vestido de lino
se casa
con la belleza de mi cuerpo.
Vamos, mirame

Poema inscripto en una estatua egipcia, 1500 a.C.--


Soporto igual que vos
la negra y permanente separación.
¿Por qué estás llorando? En vez de eso, dame tu mano,
prometeme que vas a volver en un sueño.
Vos y yo somos una montaña de dolor.
Vos y yo no nos vamos a encontrar en esta tierra.
Si sólo pudieras enviarme a medianoche
un saludo a través de las estrellas

Anna Ajmátova

El impulso de la poesía que usa metáforas, que descubre parecidos, no es para hacer comparaciones (esta clase de comparaciones son jerárquicas), ni para disminuir la particularidad de los eventos; es para descubrir esas correspondencias cuya suma total sería la prueba de la indivisible totalidad de la existencia. Esta totalidad es la que le interesa a la poesía, y este interés es el opuesto de uno sentimental; el sentimentalismo siempre ruega por una exoneración, por algo que es divisible.

”Además de volver a unir con la metáfora, la poesía reúne gracias a su alcance. Equipara el alcance de un sentimiento con el alcance del universo; después de cierto punto, la clase de extremismo pierde
importancia y todo lo que importa es su grado; sólo por su grado los extremos se juntan.”
John Berger

Jorge Lee una nota sobre poesía de Nicolás Navarro.

La poesía es semilla y fruto del silencio, se gesta y se disfruta en soledad, es producto de la maceración y arrinconamiento de los sentimientos y una implosión controlada de todas las pasiones que el ser humano almacena dentro de sí.
La poesía es ese alarido silencioso que te corroe las entrañas y que no puedes gritarlo, sino escribirlo o leerlo clandestinamente.

Silvana lee a Alejandra Pizarnik: “La última inocencia, “La jaula”, “La enamorada” y “Lejanía”. Nos deja pensando.

LA ÚLTIMA INOCENCIA

Partir
en cuerpo y alma
partir.
He de partir
no más inercia bajo el sol
no más sangre anonadada
no más fila para morir.
He de partir
Pero arremete ¡viajera! 

LA JAULA 

Afuera hay sol.
No es más que un sol
pero los hombres lo miran
y después cantan. 


Yo no sé del sol.
Yo sé la melodía del ángel
y el sermón caliente
del último viento.
Sé gritar hasta el alba
cuando la muerte se posa desnuda

en mi sombra. 

Yo lloro debajo de mi nombre.
Yo agito pañuelos en la noche y barcos sedientos de realidad
bailan conmigo.
Yo oculto clavos
para escarnecer a mis sueños enfermos. 


Afuera hay sol.
Yo me visto de cenizas.


LA ENAMORADA

esta lúgubre manía de vivir
esta recóndita humorada de vivir
te arrastra alejandra no lo niegues. 

hoy te miraste en el espejo
y te fue triste estabas sola
la luz rugía el aire cantaba
pero tu amado no volvió 


enviarás mensajes sonreirás
tremolarás tus manos así volverá
tu amado tan amado 


oyes la demente sirena que lo robó
el barco con barbas de espuma
donde murieron las risas
recuerdas el último abrazo
oh nada de angustias
ríe en el pañuelo llora a carcajadas
pero cierra las puertas de tu rostro
para que no digan luego
que aquella mujer enamorada fuiste tú 


te remuerden los días
te culpan las noches
te duele la vida tanto tanto
desesperada ¿adónde vas?
desesperada ¡nada más! 


LEJANÍA

Mi ser henchido de barcos blancos.

Mi ser reventando sentires.
Toda yo bajo las reminiscencias de tus ojos.
Quiero destruir la picazón de tus pestañas.
Quiero rehuir la inquietud de tus labios.
Porqué tu visión fantasmagórica redondea los cálices de estas horas? 


Pablo lo trae a Roberto Juarroz con los poemas 14 y 16 de Undécima poesía vertical

14

No es suficiente levantar las manos.
Ni tampoco bajarlas

o disimular esos dos ademanes
con todos los ajetreos intermedios.

Ningún gesto es suficiente,
aunque se vuelva inmóvil como un desafio.

Sólo queda una postura disponible:
abrir las manos
como si fueran hojas.


16

El cielo raso del seño
está pintado con pintura ajena al sueño.

El piso del sueño
tiene huellas de distantes latitudes.

La habitación del sueño
es vecina de otras habitaciones
construidas con materiales diferentes.

Y el habitante del sueño
tiene la extraña convicción
de no haber nacido allí.

Los papeles parecen cambiados
y las funciones trastornadas.
Todo sueño debe ser reemplazado por otro.

Pero el canje inevitable no es un sueño.

Sabrina nombra a Félix Contreras.

Osmar se toma un largo tiempo para explicarnos algo. La hora pasa y apenas queda espacio para Gustavo que nos abre un espectacular álbum de fotos de Sessa sobre Buenos aires con textos de Mujica Lainez, “Más letras e imágenes”. Lee un texto de Manucho donde habla sobre la posibilidad y la dificultad del poeta para expresar Buenos Aires. Cita “A Buenos Aires” (textos).

Por último, un poema de Guillermo Whitelow:


Ves, llego a tu palacio
de luminosas columnas,
y me quedo
indeciso a sus puertas.
¿Dónde reinas,
qué príncipes te honran?
Desconozco tu país
de largos silencios;
no sé quiénes te cuidan,
quiénes beben contigo,
quién revuelve tu lecho
con mano ávida.
Por eso
más allá no iré
de estos umbrales fríos,
donde te espero, iluso,
contando las gradas
que a tu memoria ascienden.


Y llegó la hora de volver a casa. Aunque nos detuvimos unos minutos en la Tienda de libros, pese a que Nancy quería cerrar (eran las 2 de la tarde; a veces somos… ¿eh?).

Por Jorge Della Picca

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