Están Osmar, Diego y Daisy, Sabrina, Silvana, Pablo
(que llegó temprano), Sandra, Gustavo y Jorge (que llegó tarde). Mica tiene
nana, pobre.
Sandra pide orden porque hablan de películas, la poesía que espere. Sandra
URGE: la mamá la necesita, pero aparece hasta el fútbol.
Silencio (¡al fin!). Comienza
Diego con Estela Varín, llamada “poeta boxeadora” (porque pega de lo lindo); la
describe, muy graciosa. Diego lee lo que la poeta le leyó a “Pablo Neruda y a
todos los poetas que le anteceden y le suceden”:
Un
hombre frente al mar
Un hombre caminando sobre
el mar
Sobre su corazón
Camina cielo adentro
Sobrecogiendo al sol con
su mirada.
Un hombre
Para quien todas las
cosas
Son parientes lejanos.
Nacido de la luz y de la
sombra
Con solamente aparentar
tristeza
Mueve a risa
A quien tenga el placer
de mirarlo.
Perseguido por las aves y
por las fieras
Y pensar
Que sólo en su mano
izquierda
Han crecido cien robles
Que para vivir un día de
su vida
No hay clepsidra
inventada
Ni medida de tiempo.
Él, con su corazón
Bajo los pies, sobre el
agua,
Junta los cuatro puntos
cardinales .
Stella Díaz Varín (la Colorina,
la poeta boxeadora...)
Se conversa sobre la poeta y Diego cuenta el encuentro de ella con quien
fue su novio, Jorodosky.
Sigue Sabrina con “Mi mundo privado”, de Claudia Masin
MI MUNDO PRIVADO
Yo
ansié tener un cuerpo que practicara,
como un arte, la ignorancia de sí.
como un arte, la ignorancia de sí.
Que
cayera rendido con la levedad
con
que caen las hojas de los árboles.
Cuando
fuera inevitable,
nunca
antes. Pero de tu cuerpo no deseaba
sino
lo que había en él de frágil, de imperfecto:
la
cicatriz que te cruzaba el pómulo, las pequeñas
arrugas
en la frente. La herida
que
te asemejaba a mí. El camino es interminable,
te
decía, da vueltas y vueltas alrededor del mundo
y
en alguna de esas vueltas los que estaban
destinados
a perderse, se encuentran.
Se
dice que a la vera
de
cierta ruta que atraviesa el desierto,
es
posible hundir una caña en una tierra reseca
y
el algún momento brotará el petróleo como un géiser.
Anoche
tuve un sueño en el que viajábamos por días
y días
para encontrar el yacimiento, a la manera
de
los cazadores de fortuna del oeste. Al llegar era de noche,
no
había una sola estrella, el pozo
estaba
seco. Yo me dormía y te quedabas
al
lado mío, cuidando mi sueño. No estabas allí
a
la mañana siguiente.
En
el sueño, alguien decía:
donde
tengas tu tesoro tendrás
tu
corazón. Y yo me preguntaba
qué
pasaría si tu tesoro se perdiera,
qué
pasaría en un juego
de
cajas chinas si al llegar a la última,
la
que debería contener el objeto precioso,
esa,
como todas las otras,
estuviera
vacía.
Sandra habla de la poesía de Berger. No la lee porque es muy fuerte, su
poesía es crítica al período pinochetista, pero lee una nota sobre poesía. Lee
también “Oh, mi amada”, muy bueno, y otro poema dedicado a Ana Ajmátova. Se
comenta a la poeta rusa.
“La poesía no puede reparar
ninguna pérdida, pero desafía el espacio que separa. Su incesante trabajo lo
que hace es volver a unir lo que fue dispersado.”
Oh
mi amado
qué
dulce es
descender
a
bañarme en el lago
delante
de tus ojos
dejando
que veas cómo
mi
mojado vestido de lino
se
casa
con
la belleza de mi cuerpo.
Vamos,
mirame
Poema
inscripto en una estatua egipcia, 1500 a.C.--
Soporto
igual que vos
la
negra y permanente separación.
¿Por
qué estás llorando? En vez de eso, dame tu mano,
prometeme
que vas a volver en un sueño.
Vos
y yo somos una montaña de dolor.
Vos
y yo no nos vamos a encontrar en esta tierra.
Si
sólo pudieras enviarme a medianoche
un
saludo a través de las estrellas
Anna
Ajmátova
“El
impulso de la poesía que usa metáforas, que descubre parecidos, no es para
hacer comparaciones (esta clase de comparaciones son jerárquicas), ni para
disminuir la particularidad de los eventos; es para descubrir esas
correspondencias cuya suma total sería la prueba de la indivisible totalidad de
la existencia. Esta totalidad es la que le interesa a la poesía, y este interés
es el opuesto de uno sentimental; el sentimentalismo siempre ruega por una
exoneración, por algo que es divisible.
”Además
de volver a unir con la metáfora, la poesía reúne gracias a su alcance.
Equipara el alcance de un sentimiento con el alcance del universo; después de
cierto punto, la clase de extremismo pierde
importancia
y todo lo que importa es su grado; sólo por su grado los extremos se juntan.”
John
Berger
Jorge Lee una nota sobre poesía de Nicolás Navarro.
“La poesía es semilla y
fruto del silencio, se gesta y se disfruta en soledad, es producto de la
maceración y arrinconamiento de los sentimientos y una implosión controlada de
todas las pasiones que el ser humano almacena dentro de sí.
La poesía es ese alarido
silencioso que te corroe las entrañas y que no puedes gritarlo, sino escribirlo
o leerlo clandestinamente.”
Silvana lee a Alejandra Pizarnik: “La última inocencia, “La jaula”, “La
enamorada” y “Lejanía”. Nos deja pensando.
LA ÚLTIMA INOCENCIA
Partir
en
cuerpo y alma
partir.
He
de partir
no
más inercia bajo el sol
no
más sangre anonadada
no
más fila para morir.
He
de partir
Pero
arremete ¡viajera!
LA
JAULA
Afuera
hay sol.
No
es más que un sol
pero
los hombres lo miran
y
después cantan.
Yo
no sé del sol.
Yo
sé la melodía del ángel
y
el sermón caliente
del
último viento.
Sé
gritar hasta el alba
cuando
la muerte se posa desnuda
en
mi sombra.
Yo
lloro debajo de mi nombre.
Yo
agito pañuelos en la noche y barcos sedientos de realidad
bailan
conmigo.
Yo
oculto clavos
para
escarnecer a mis sueños enfermos.
Afuera
hay sol.
Yo
me visto de cenizas.
LA ENAMORADA
esta lúgubre manía de vivir
esta recóndita humorada de
vivir
te arrastra alejandra no lo
niegues.
hoy te miraste en el espejo
y te fue triste estabas
sola
la luz rugía el aire
cantaba
pero tu amado no volvió
enviarás mensajes sonreirás
tremolarás tus manos así volverá
tu amado tan amado
oyes la demente sirena que lo
robó
el barco con barbas de
espuma
donde murieron las risas
recuerdas el último abrazo
oh nada de angustias
ríe en el pañuelo llora a
carcajadas
pero cierra las puertas de tu
rostro
para que no digan luego
que aquella mujer enamorada
fuiste tú
te remuerden los días
te culpan las noches
te duele la vida tanto
tanto
desesperada ¿adónde vas?
desesperada ¡nada más!
LEJANÍA
Mi ser reventando sentires.
Toda yo bajo las reminiscencias
de tus ojos.
Quiero destruir la picazón de tus
pestañas.
Quiero rehuir la inquietud de tus
labios.
Porqué tu visión fantasmagórica
redondea los cálices de estas horas?
Pablo lo trae a Roberto Juarroz con los poemas 14 y 16 de Undécima poesía vertical
14
No es suficiente levantar las manos.
Ni tampoco bajarlas
o disimular esos dos ademanes
con todos los ajetreos intermedios.
Ningún gesto es suficiente,
aunque se vuelva inmóvil como un desafio.
Sólo queda una postura disponible:
abrir las manos
como si fueran hojas.
16
El cielo raso del seño
está pintado con pintura ajena al sueño.
El piso del sueño
tiene huellas de distantes latitudes.
La habitación del sueño
es vecina de otras habitaciones
construidas con materiales diferentes.
Y el habitante del sueño
tiene la extraña convicción
de no haber nacido allí.
Los papeles parecen cambiados
y las funciones trastornadas.
Todo sueño debe ser reemplazado por otro.
Pero el canje inevitable no es un sueño.
Sabrina nombra a Félix Contreras.
Osmar se toma un largo tiempo para explicarnos algo. La hora pasa y apenas
queda espacio para Gustavo que nos abre un espectacular álbum de fotos de Sessa
sobre Buenos aires con textos de Mujica Lainez, “Más letras e imágenes”. Lee un
texto de Manucho donde habla sobre la posibilidad y la dificultad del poeta
para expresar Buenos Aires. Cita “A Buenos Aires” (textos).
Por último, un poema de Guillermo
Whitelow:
Ves, llego a tu palacio
de luminosas columnas,
y me quedo
indeciso a sus puertas.
¿Dónde reinas,
qué príncipes te honran?
Desconozco tu país
de largos silencios;
no sé quiénes te cuidan,
quiénes beben contigo,
quién revuelve tu lecho
con mano ávida.
Por eso
más allá no iré
de estos umbrales fríos,
donde te espero, iluso,
contando las gradas
que a tu memoria
ascienden.
Y llegó la hora de volver a casa. Aunque nos detuvimos unos minutos en la
Tienda de libros, pese a que Nancy quería cerrar (eran las 2 de la tarde; a
veces somos… ¿eh?).
Por Jorge Della Picca
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