Casi a las doce del mediodía, antes de que partir, Sandra leyó un poema llamado "Desiertos", de Ana Emilia Lahitte:
Desiertos
Los hombres azules
frontera de las altas dunas.
No hablan de la sed
con quien la desconoce.
Como alimento
intercambian silencios de arena.
Parecen separarnos horizontes
eternos.
Ignoran
que con ellos convive otra sed.
Exhausta
Sin oasis.
La de nuestros desiertos.
Pablo compartió dos poemas, "Lluvia", de Roberto Bolaño y "Alba inmóvil", de Marcelo Pichón-Riviére:
Lluvia
Llueve y tú dices, es como si las nubes
lloraran. Luego te cubres la boca y apresuras
el paso. ¿Cómo si esas nubes escuálidas lloraran?
Imposible. Pero entonces, ¿de dónde esa rabia,
esa desesperación que nos ha de llevar a todos al diablo?
La Naturaleza oculta algunos de sus procedimientos
en el Misterio, su hermanastro. Así esta tarde
que consideras similar a una tarde del fin del mundo
más pronto de lo que crees te parecerá tan sólo
una tarde melancólica, una tarde de soledad perdida
en la memoria: el espejo de la Naturaleza. O bien
la olvidarás. Ni la lluvia, ni el llanto, ni tus pasos
que resuenan en el camino del acantilado importan;
Ahora puedes llorar y dejar que tu imagen se diluya
en los parabrisas de los coches estacionados a lo largo
del Paseo Marítimo. Pero no puedes perderte.
Alba inmóvil
Te vuelves hacia lo que no tiene tiempo, la lila
Intocada del otoño. Alba inmóvil de tu cuerpo.
Sabri nos leyó unos versos de Marguerite Yourcenar, de su libro "Fuegos":
Ardiendo con más fuegos... Animal cansado, un látigo de llamas me azota con fuerza las espaldas. He hallado el verdadero sentido de las metáforas de los poetas. Me despierto
cada noche envuelta en el incendio de mi propia sangre.
*
Nunca he conocido otra cosa que no fuera la adoración o el desenfreno... ¿Qué estoy
diciendo? Nunca he conocido sino la adoración o la compasión.
*
Los cristianos rezan ante la cruz y la besan. Les basta ese trozo de madera, aun
cuando de él no cuelgue ningún Salvador. El respeto debido a los ajusticiados acaba por
ennoblecer el inmundo aparato del suplicio: no basta con amar a las criaturas; hay que
adorar asimismo su miseria, su envilecimiento, su desdicha.
*
Cuando lo pierdo todo, me queda Dios. Si pierdo a Dios, vuelvo a encontrarte. No se
puede poseer al mismo tiempo la noche inmensa y el sol.
*
Jacob luchaba con el ángel en la tierra de Galaad. Aquel ángel era Dios puesto que su
adversario fue vencido en la lucha y herido en la derrota. Los peldaños de la escalera de oro
sólo se ofrecen a los que aceptan primero ese «knock-out» eterno. Es Dios todo lo que nos
pasa, todo aquello de que no hemos triunfado. La muerte es Dios, y el mundo, y la idea de
Dios para el imbécil boxeador que se deja vencer por su gran batir de alas. Tú eres Dios: tú
podrías romperme.
*
No caeré. He llegado al centro. Escucho el latido de un reloj divino a través del
delgado tabique carnal de la vida llena de sangre, de estremecimientos y de jadeos. Estoy
cerca del núcleo misterioso de las cosas así como en la noche nos hallamos, en ocasiones,
cerca de un corazón.
Y también nos recitó, "Alguna Sombra, algún poema", de Jorge Curinao:
Alguna Sombra, algún poema
Temo no hallar la noche
El poema se escribe
como quien desata flores en la boca de un muerto,
palabra por palabra.
Mi desnudez exige pequeños espacios,
donde habitan huesos y animales
donde nadie
donde nunca
donde nada.
El poema se escribe.
Micaela nos compartió el poema "Canto", de Alejandra Pizarnik, en conmemoración por su cumpleaños, que fue el pasado 29 de Abril:
CANTO
el tiempo tiene miedo
el miedo tiene tiempo
el miedo
pasea por mi sangre
arranca mis mejores frutos
devasta mi lastimosa muralla
destrucción de destrucciones
sólo destrucción
y miedo
mucho miedo
miedo.
Finalmente le tocó el turno a Diego, que leyó "Albatros", de Charles Baudelaire:
El albatros
Por distraerse, a veces, suelen los marineros
Dar caza a los albatros, grandes aves del mar,
Que siguen, indolentes compañeros de viaje,
Al navío surcando los amargos abismos.
Apenas los arrojan sobre las tablas húmedas,
Estos reyes celestes, torpes y avergonzados,
Dejan penosamente arrastrando las alas,
Sus grandes alas blancas semejantes a remos.
Este alado viajero, ¡qué inútil y qué débil!
Él, otrora tan bello, ¡qué feo y qué grotesco!
¡Éste quema su pico, sádico, con la pipa,
Aquél, mima cojeando al planeador inválido!
El Poeta es igual a este señor del nublo,
Que habita la tormenta y ríe del ballestero.
Exiliado en la tierra, sufriendo el griterío,
Sus alas de gigante le impiden caminar.
Y así terminamos nuestra reunión sabatina, debatiendo y recordando el cumpleaños de Alejandra.
(Por Micaela Zabini)
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